Cuando se habla de México, inmediatamente vienen a la memoria los mariachis, Cancún y las pirámides. Los mariachis son grupos musicales de mestizos bigotudos (la mayoría), ataviados con trajes típicos de charros mexicanos, surgidos en la época de la Colonia. Cancún es el balneario más famoso de México ubicado en la península de Yucatán, en la región de las pirámides mayas cerca de la isla Cozumel, primer lugar donde aportaron los españoles. Las pirámides más famosas y espectaculares entretanto, son las de Teotihuacán, en el valle central de México. Son el último testimonio de un pasado glorioso, el Imperio Azteca. Sin embargo fueron construidas durante la civilización de los Olmecas en el siglo III d.C., o tal vez por una civilización mucho más antigua de la cual solo restan las leyendas (se han descubierto vestigios de ocupación humana, en el valle central de México, de 10 mil años antes de la era cristiana). Al evocar las antiguas civilizaciones mexicanas surge otro objeto fascinante: el Calendario Azteca, o Sol Azteca.
El calendario conocido como “Piedra del Sol” fue esculpido, según la historia mexicana, en la época del sexto emperador azteca Axayácatl en 1479, en homenaje a Tonatiuh, dios del sol. Es una piedra enorme de 24,5 toneladas de peso, con varios dibujos grabados dentro de un gran círculo en forma de sol, de 3,57 m de diámetro. Los numerosos motivos esculpidos parecen estar relacionados con la astronomía, cronología y cosmogonía de los antiguos mexicanos, con varios círculos sobrepuestos. En el disco central está representado el dios Tonatiuh, con la lengua entre los dientes, que es un cuchillo ceremonial usado en los sacrificios humanos, a los lados sus manos agarran dos corazones; Los cuadrados en torno del rostro representan los cuatro soles anteriores: Oxotltonatiuh (de la raza devorada por tigres), Ehecatonatiuh (de los hiperbóreos), Quiauhtonatiuh (de los Lemurianos) y Atonatiuh (de los atlantes); En el primer anillo están representados los veinte días del mes; El segundo anillo tiene cuatro figuras triangulares que representan los puntos cardinales; En el tercer anillo aparecen dos serpientes de fuego, que transportan el sol en su viaje por el cielo, entre las fauces están los rostros de los dioses del fuego y del sol; En el cuarto anillo están representadas las estrellas del cielo nocturno, con un total de 158 estrellas.
La Piedra del Sol posiblemente sea más antigua que los aztecas que la heredaron, junto a otros símbolos religiosos, de los toltecas (herencia que tal vez sea maya u olmeca). En el primer calendario el año náhuatl constaba de 365 días, divididos en 18 meses de 20 días, más 5 días que eran considerados nefastos, dedicados al ayuno y a la oración (cada mes era dedicado a un dios determinado). Los toltecas le agregaron un calendario ritual de 260 días, divididos en 20 semanas de 13 días, con un periodo cíclico de 52 años, según la observación de las estrellas Pléyades (curiosamente Pléyades eran las Atlántidas, hijas de Atlas según la mitología griega). Los aztecas, al adoptar el calendario tolteca, pasaron a creer que el mundo se acabaría al completarse un ciclo de 52 años. Todos esperaban ese “final de los tiempos” (en los cinco días nefastos del año) destruyendo sus templos, sus poses y apagando el fuego. Al no acontecer nada había gran regocijo, saludaban al sol y el inicio de una nueva era, todo era reconstruido nuevamente y nuevos sacrificios eran realizados. La leyenda cuenta que cuatro soles ya habían sido destruidos por catástrofes naturales, Tonatiuh era el sol de la quinta era.
Al desembarcar Hernán Cortez en las costas de México el siglo XVI, el Imperio Azteca se encontraba en su apogeo. Dominaba gran parte del valle central desde el norte hasta el istmo de Tehuantepec. Sin embargo, antes de los aztecas, otras civilizaciones habían florecido en la región: los olmecas, establecidos en el Istmo de Tehuantepec desde el siglo IX a.C.; los mayas, en la península de Yucatán, varios siglos antes de la era cristiana; los zapotecas, en Oaxaca, también antes de la era cristiana; los toltecas, que iniciaron el culto del dios Quetzalcoatl, establecidos en Tula al norte del calle central, desde el siglo VII; y los mixtecas, que en el siglo X conquistaron el reino de los zapotecas. Otras tribus eran los huastecas, de la familia de los mayas, al noreste en el litoral; los tlazcaltecas y totonecas, que fueron aliados de los españoles en la guerra de la conquista; los tecpanecas, del lago Texcoco, los tarascos, que habían derrotado al rey azteca Axayácatl en la batalla de Michoacán y otras tribus menores.
En el siglo XII hubo otra gran invasión: los Chichimecas, indígenas nahuas procedentes del norte, de la región del Colorado (actual Estados Unidos), invadieron y destruyeron el reino tolteca de Tula. Se fijaron en Tenayuca y posteriormente en el lago Texcoco, donde fundaron su capital, heredando la cultura y religión de sus antecesores toltecas.
Los aztecas, también llamados mexicas, eran una de siete tribus chichimecas que llegaron del noroeste, actual Alta California, invadiendo el valle central de Anahuac (antiguo nombre del país). Procedentes de la mítica región de Aztlán (una isla en el medio de una laguna jamás encontrada), peregrinaron como nómades cazadores en el desierto mexicano por 200 años, hasta establecerse tardíamente en el lago Texcoco en el siglo XIV. Por orden de Tenoch, gran sacerdote de Huitzilopochtli, el dios azteca de la guerra, fundaron Tenochtitlán en 1325 en la margen opuesta del lago, una zona pantanosa entre dos pequeñas islas (en un comienzo era apenas un altar de piedras enfrente de algunas cuevas). Los aztecas sirvieron como vasallos de los reyes tecpanecas y acolhuas de Azcapotzalco y Texcoco pagando tributos. Después de participar en la guerra interna de Texcoco con su segundo rey, Huitzilihuitl, ganaron su independencia, formando la confederación de las ciudades de Texcoco, Tlacopan y Tenochtitlán. A través de la guerra, que siempre fuera el objetivo principal de ese pueblo belicoso, los reyes aztecas desde Itzcóatl, hasta Moctezuma II, aseguraron la supremacía de Tenochtitlán sobre las otras ciudades y crearon un imperio que llegaba hasta la península de Yucatán, donde reinaban los mayas. Los aztecas, en su convivio con pueblos más adelantados, habían pasado de un estado semisalvaje a seres más civilizados, pero todavía feroces, con clases de nobles, plebeyos y esclavos.
Desde su capital Tenochtitlán cobraban tributos de los pueblos sometidos, que consistían en oro, plata, joyas, alimentos agrícolas, mantas de plumas de aves exóticas, animales salvajes, tejidos de algodón, armas de guerra y vidas humanas para los sacrificios a los dioses, principalmente para Huitzilopochtli, dios de la guerra y del sol y Tlatoc, dios de la lluvia y fecundación. Los sacrificios eran realizados en los templos ceremoniales de Tenochtitlán y en la ciudad sagrada de Teotihuacán. Había varias modalidades de sacrificios, dependiendo del mes del año y del dios a quién eran ofrecidos: 1- El sacrificio más común, reservado a los prisioneros de guerra, era arrancarle el corazón todavía vivo, para rociar con su sangre las estatuas de los dioses, después era degollado y su cráneo servía para decorar el templo; 2- Jóvenes indias eran degolladas en cuanto danzaban en los rituales a los dioses; 3- Niños de corta edad, ricamente vestidos, eran llevados ante el dios en literas decoradas con flores para ser sacrificados; 3- Otros eran lanzados a la hoguera drogados con achiche; 4- Prisioneros eran amarrados a un caballete y clavados con flechas, después tenían la piel arrancada con la cual se cubrían los sacerdotes; 5- Algunos prisioneros eran entregados a su captor para hacer un festín con sus compañeros, en un ritual sangriento de canibalismo.
Los aztecas que (se auto-proclamaban como el pueblo del sol), consideraban a la muerte tanto en la guerra como en os sacrificios, un medio de alcanzar la felicidad suprema. Y en su camino hacia el cielo, como “compañeros de viaje” del sol, se reencarnaban en colibrís para llegar a “tlalocán”, el jardín del paraíso (otros se iban hacia el infierno “mictlán”). No era rara la concurrencia de voluntarios al sacrificio colectivo, formando filas inmensas. Al término de una batalla, el guerrero más valiente era “premiado” también con la muerte en un ritual, después de noches en orgías y fiestas, el privilegiado caminaba hacia el altar de sacrificios tocando una flauta, acompañado de bellas mujeres. Cronistas españoles de la época, calculan que los aztecas realizaban más de 60 mil sacrificios por año. Hernán Cortez, en su camino hacia la capital del reino azteca, Tenochtitlán, encontró un templo decorado con más de 100 mil cráneos. Como era un pueblo “profundamente religioso”, todos los días eran realizados sacrificios humanos al dios sol, para que al día siguiente brillase nuevamente en su plenitud.
Moctezuma II, el emperador aprisionado por los españoles, sucedió a su tío Ahuitzotl en 1502 conquistando territorios al norte y sur de México. Era considerado por sus súbditos como un dios, intocable e inalcanzable (eso no lo impedía de tener un harén de mil mujeres, para lo cual debía usar plantas afrodisíacas). Fue hecho prisionero por Hernán Cortez en su propio palacio. Al tratar de apaciguar, a mando de Cortez, una rebelión encabezada por su hermano Cuitláhuac, fue apedreado por los súbditos a los gritos de: ”traidor, cobarde y sumiso”, la historia dice que murió a consecuencia de las heridas, otra versión dice que fue ejecutado por los españoles.
Cuitláhuac, como nuevo rey azteca, derrotó a los españoles que huían de Tenochtitlán en la llamada “noche triste” de los españoles en 1520, sin embargo murió poco tiempo después, de viruela contraída con los europeos. Cuauhtémoc, también conocido como Guatimozín, sobrino del anterior, asumió el trono azteca y defendió férreamente su capital de los invasores, que sitiaron la ciudad, destruyendo el acueducto de Chapultepec que abastecía a Tenochtitlán de agua potable. Cuauhtémoc se entregó como prisionero a los españoles, para evitar que su pueblo fuera masacrado. Fue torturado con fuego por los soldados de Cortez, para indicar la localización del tesoro de Moctezuma, soportando con gran valentía a pesar de encontrarse debilitado por el hambre. Finalmente Cortez ordenó su ejecución por ahorcamiento.
La conquista del Imperio Azteca tiene varias explicaciones: 1- A pesar de contar con un ejército numeroso, más de 500 mil combatientes, los aztecas sucumbieron a un pelotón de soldados españoles, con armas de fuego, navíos, espadas de acero, lanzas y caballos (desconocidos en América) que sembraban el pánico entre los indígenas armados de palos y piedras. 2- Los españoles contaron también con la ayuda de las tribus totonecas y tlazcaltecas, enemigas de los aztecas, que pensaban ingenuamente que así recuperarían su dominio sobre la región. 3- El motivo más citado era religioso: los aztecas tenían la leyenda del dios Quetzalcoatl (serpiente emplumada), el gran civilizador, blanco y barbudo, que se había marchado navegando hacia el este, prometiendo volver con los suyos. Moctezuma II, el dios vivo, había tenido una premonición donde veía la llegada de hombres blancos, montados en una especie de grandes venados. La llegada de los españoles confirmaba esa profecía.
Como puede deducirse finalmente, la llamada “arquitectura azteca” de las grandes pirámides, es controvertida. Teotihuacán, con las pirámides del sol y de la luna, templos y otras construcciones grandiosas data, según los arqueólogos, del siglo III d.C. (mil años antes de la llegada de los aztecas a México). También se han descubierto vestigios de tribus indígenas (o serían alienígenas) en la región del lago Texcoco, de 12 mil años de antigüedad. Los templos, construidos por los aztecas en Tenochtitlán, fueron fácilmente destruidos por los españoles para construir sus catedrales cristianas y edificios públicos, usando los mismos materiales. Los aztecas, con su costumbre bárbara de ofrecer sacrificios a los dioses, no disponían de mano de obra para construcciones colosales. Los pueblos esclavizados eran dominados por el terror, prefiriendo ser sacrificados a ayudarlos.
En síntesis: Los aztecas fueron un gran pueblo guerrero, que construyó una de las grandes civilizaciones de la historia, encima de las ruinas de culturas mucho más antiguas, ayudados por los pueblos subyugados, sometidos cruelmente por sus opresores, que pagaban tributo en alimentos para la gran metrópoli, en armas, objetos de arte, joyas y vidas humanas para la servidumbre y también para las sangrientas matanzas religiosas.