EL TERCER OJO DE HITLER
El título de esta crónica no es absolutamente original. Como algunos deben haber observado, fue copiado de la obra “La Tercera Visión” de Lobsang Rampa, de quién escribiré más adelante. Adolf Hitler fue considerado, por la mayoría de los analistas, una encarnación del mal, un moustro, un psicópata, o un anti-Cristo. Tal vez esta última definición esté más cerca de la verdad.
Hitler se consideraba a si mismo una especie de profeta, el líder mesiánico de una nueva orden mundial, la “Orden Negra de los Señores del Tule”. Debajo de la figura cómica y grotesca del dictador se escondía una fuerte personalidad, capaz de cautivar millones de alemanes y una legión de admiradores. El secreto de ese suceso, que arrastró al despeñadero de una guerra a toda una nación, no estaba solamente en su gran capacidad oratoria, que despertaba sentimientos de patriotismo fanático en un pueblo humillado por la derrota de la 1ª Guerra Mundial. También tenía el apoyo espiritual de sociedades secretas surgidas en Europa y de una tropa de oficiales fanáticos de la Orden Negra, las temidas “SS”.
Hitler era un “iluminado”, el mesías del Nacional-socialismo, cuya misión profética era destruir la sociedad judío-liberal, para preparar la llegada del ”hombre nuevo”, el reencuentro de los superhombres de las mitologías nórdicas con los escogidos, que formarían una nueva raza para dominar el mundo. Para eso era necesario exterminar los judíos, los causantes de todo el caos económico, político y religioso de la humanidad, la “Conspiración judía”. Hitler decía a sus comandados: “No es verdad que yo considere al judío un animal, él está más alejado de nosotros que los animales. Exterminarlos no es un crimen contra la humanidad, él no forma parte de ella, es un ser extraño al orden natural y no tendremos descanso en cuanto haya un solo judío vivo”. En la verdad Hitler consideraba también gitanos, negros y eslavos, seres inferiores, surgidos sobre la tierra en el periodo terciario, después de caer la segunda luna capturada (teoría Horbigeriana del “Wel”, el hielo eterno). En su delirio Hitler decía sobre sus planes futuros: “La idea de nación es apenas un recurso político necesario en un comienzo, habrá un día en que todo será una gran confraternización universal de los señores y sus maestros, poca cosa restará de las naciones y del concepto de nacionalismo. Política es apenas la visión exotérica, externa, de una visión esotérica más profunda y religiosa de las leyes universales secretas, que nos serán reveladas oportunamente”. Hitler sufría de alucinaciones, tenía visiones del “hombre nuevo” (el hombre-dios) cruel, audaz y poderoso, que lo dejaba paralizado de terror en las noches de insomnio.
Adolf Hitler nació en 1889 en Braunau, pequeña ciudad austríaca en la frontera con Alemania, una región considerada importante centro de médiums y videntes, como los famosos hermanos Schneider (los médiums, según estudiosos del asunto, generalmente son personas insignificantes que, súbitamente, son poseídos por fuerzas o entes externos que los elevan de categoría, con poderes divinos, demoníacos, o extraterrenos (?). Cuando Hitler estaba poseído por aquellos ”Entes misteriosos” sus asistentes veían surgir el “Führer” de la gloria humana: “Un señor bajito, de bigote ridículo, transformándose en un arcángel, después el ángel se evaporaba y quedaba solamente el hombre, transpirando, con los ojos vidriosos como un alucinado”. Esa es la descripción dada por un observador extranjero. Cuando niño Adolf Hitler estudió en la abadía de Lambach, adonde soñaba en llegar a ser un sacerdote. En su juventud quería ser pintor, contrariando el deseo de sus padres. Adolf era un joven sensible, rebelde y solitario. Tentó ingresar a la Academia de Artes de Viena en dos oportunidades y fue reprobado. Cuando quedó huérfano subsistió pintando cuadros que entregaba a comerciantes judíos para venderlos (él tenía un porcentaje de sangre judía ¿quién lo diría?), vivía en albergues o durmiendo en la plaza cuando no tenía dinero. En 1913 atravesó la frontera hacia Munich, Alemania, para escapar del servicio militar, al año siguiente Alemania y Austria entraron en guerra contra el resto de Europa. Hitler se alistó en el ejército alemán como mensajero, consiguiendo el grado de Cabo y dos condecoraciones por valentía.
Al final de la guerra el cabo Adolf, sin trabajo y sin profesión, fue enrolado por sus superiores del ejército como activista político (había llamado la atención el fervor patriótico de ese pequeño cabo en pro de la causa pan-germánica y su odio declarado contra judíos y comunistas a quienes culpaba por la derrota de Alemania). Con un grupo de ex combatientes ingresó al pequeño Partido de los Trabajadores de Alemania, donde comenzó a destacarse por su energía y liderazgo. Su mentor fue el periodista y poeta alemán Dietrich Eckard, que le enseñó el arte de discursar en público, la propaganda política y la doctrina secreta del Tule. Con un pequeño grupo de fanáticos nacionalistas refundó, en 1923, el partido con un nuevo nombre: Partido Nacional Socialista, más conocido como Partido Nazi. Antes de morir, en junio de ese mismo año, Eckard dijo: “Sigan a Hitler, él sabe la danza pero yo le enseñé la música”. Como presidente del nuevo partido, Hitler encabezó una frustrada tentativa de golpe de estado en Munich, fue preso por revoltoso y condenado a nueve meses de prisión. En la cárcel recibía las visitas de Rudolf Hess y Karl Haushoffer, que comenzaron a adoctrinarlo en la teoría del socialismo mágico del Tule para la conquista del poder. Toda esa experiencia fue registrada en su libro “Mein Kampf” (Mi Lucha) escrito en la prisión, que se transformaría en la Biblia del movimiento nazista.
En la época de pos-guerra, Alemania estaba arruinada con una inflación estratosférica y deudas de indemnización a los países vencedores. Al mismo tiempo florecían sociedades secretas místicas provenientes de las antiguas tradiciones nórdicas, grupos de iniciación filosófica como: Golden Down, Sociedad del Vril y Sociedad del Tule. El Golden Down había sido fundado en Inglaterra por miembros de los Rosacruces y de la Masonería. Tenía como finalidad la magia ceremonial y la obtención de poderes místicos. Su fundador decía estar en contacto con los “Superiores Desconocidos”. La Sociedad del Vril, también conocida como “Logia Luminosa”, en alusión a los masones, fue creada por inspiración de la obra: “La raza que nos ha de reemplazar”, que describe hombres súper-evolucionados, adquiriendo poderes que los tornan semejantes a los dioses, que habitan cavernas subterráneas de donde surgirán para gobernar el mundo. La Sociedad del Tule fue inspirada en la leyenda del Tule, que se remonta a los orígenes del germanismo. Tule era el centro mágico de una civilización desaparecida, una gran isla hacia el norte de Europa, tal vez Groenlandia, o una isla sumergida en el océano atlántico (¿estarían refiriéndose a la Atlántida?). Fuentes de energía adormecidas serían utilizadas por seres intermediarios entre “extraterrestres” y los “iniciados”, para ejercer el dominio de una nueva raza sobre el mundo. Esas teorías de mitologías semejantes contaban con la credulidad de varios grupos filosófico-religiosos, como los teosóficos y los rosacruces.
Una leyenda tibetana cuenta que hace 4 mil años atrás había en Gobi, región central de la China, una civilización altamente desarrollada de descendientes de los extraterrestres. Después de una catástrofe nuclear (en Gobi hay indicios de radiación atómica) toda esa región fue transformada en un desierto. Los sobrevivientes emigraron: unos hacia el norte de Europa y otros en dirección del Cáucaso. El dios Thor de la mitología nórdica sería uno de esos sobrevivientes. Los que emigraron al Cáucaso, los grandes maestros de la civilización de Gobi, se instalaron en un sistema de cavernas del Himalaya, dividiéndose en dos grupos: hacia el lado derecho, fundando la ciudad sagrada subterránea de Agharti, lugar de contemplación, templo de aislamiento total; hacia el lado izquierdo, el otro grupo fundó la ciudad de Schamballah, lugar de las fuerzas ocultas, cuyos poderes comandan los elementos. Los iniciados de la Sociedad del Tule, entre ellos el propio Hitler, estaban convencidos que el pueblo oriundo de Gobi era la raza fundamental de la humanidad, la raza aria. Karl Haushoffer, el “guru” de la Orden Negra, pregonaba la necesidad de un “regreso a los orígenes”, o sea conquistar la región mágica del centro de Asia, entre Gobi, el Cáucaso y el Tíbet para, desde allí, dominar el mundo (leyendas hindús dicen que 2.000 años a.C., un pueblo de raza aria bajó por el valle del Indo, para fundar la civilización Brahmánica). Haushoffer había emprendido varias expediciones al Tíbet, India y Japón en busca de los secretos del Tule. En el Japón fue “iniciado” por una sociedad secreta budista con el juramento ceremonial.
Después del fracasado golpe de estado, los nazis urdieron un plan bien elaborado: En 1932 Hitler se candidateó a la presidencia de la república, perdiendo por escasa margen para Hindenburg. Comenzó una onda de huelgas y disturbios callejeros en Berlín. A las vísperas de las elecciones parlamentarias fue incendiado el parlamento y culparon a los comunistas. En la misma noche 5 mil comunistas fueron presos por Göering, jefe de policía y futuro jefe de la Gestapo. Presionaron al presidente Hindenbug para nombrar Adolf Hitler como Canciller. El Partido Comunista Alemán fue declarado ilegal y el Partido Nazi acabó siendo el partido único del régimen. Al morir el Presidente en 1934, Hitler acumuló las dos funciones: Canciller y Presidente de la República, el camino estaba abierto para la dictadura totalitaria.
En el centro del poder político, Hitler usaba sus dotes de gran orador, su fervor patriótico anti-cristiano y nacionalista, que hipnotizaba a quienes lo escuchaban. Había inventado una terminología propia, acuñaba frases como: “Luego un camello pasará por el ojo de una aguja y un gran hombre será descubierto” (parodiando las parábolas de Jesús). También hablaba de “la curva decisiva del mundo”, “la falsa ruta del espíritu” y “la visión mágica”. En esta última frase se refería al “Ojo del Cíclope”, órgano mitológico en el medio de la frente que se habría atrofiado para formar en el hombre la glándula pineal. Esa idea de un tercer ojo humano lo fascinaba, invocaba a las fuerzas ocultas su vocación divina para anunciar a la humanidad el “nuevo evangelio mágico”. El ministro de propaganda nazista, Goebbels, había creado una áurea de misterio e idolatría en torno del líder (la escena del film “La Última Cruzada”, cuando Hitler da su autógrafo a Indiana Jones, no es inverosímil. Hitler era adorado por sus soldados y por el pueblo alemán, recibiendo inclusive centenas de cartas de amor).
En 1957, doce años después de la caída del III Reich, fue publicado en Inglaterra y Francia la obra de Lobsang Rampa: “La Tercera Visión”. Su autor decía ser un lama que había alcanzado el último grado de iniciación espiritual, que había sido llevado por tres maestros a una cripta subterránea en Lassa, donde reside el verdadero secreto del Tíbet y que había sufrido una operación para descubrir el “Tercer Ojo” (tercera visión), con el cual tenía acceso a todas las maravillas ocultas de la naturaleza. En la época se especulaba que Lobsang Rampa era un oficial nazista, enviado por Hitler al Tíbet para descubrir los secretos de la leyenda del Tule.
Para reforzar la imagen de la Orden Negra como un movimiento mágico, anti-cristiano, los nazistas adoptaron como símbolo la svástica, o cruz gamada (sus brazos se asemejan a la letra griega Gamma). En Asia y Europa la cruz gamada de puntas dobladas, representaba el sol en rotación (fuente de vida) o el rayo (la cólera divina). Sus orígenes más remotos fueron encontrados en la Transilvania de la edad de piedra, en grabaciones del siglo XIV a.C. y en las ruinas de Troya. Surgió en la India en el siglo IV a.C. y en China en el siglo V d.C., de ahí pasó al Japón donde fue adoptada como símbolo del budismo.
La cruz gamada era completamente desconocida en Caldea, Asiria y Fenicia, o sea en las regiones de pueblos semitas (surgió posteriormente en la Mesopotamia y Egipto). Es un emblema exclusivamente ario, fue adoptada por los nazistas como símbolo de pureza de la raza aria. En el norte de la India y en el Tíbet es usada como signo mágico de la buena suerte, (en sánscrito “swástica” significa bienestar). Es uno de los símbolos sagrados más antiguos de la humanidad, usado inclusive por los cristianos primitivos antes de la introducción de la cruz latina en la simbología cristiana, varias catedrales católicas fueron decoradas con ese símbolo, así como los templos budistas tienen ese símbolo en sus fachadas. Hitler conoció la svástica cuando estudiaba en la abadía benedictina de Lambach, tapizada de cruces gamadas. Antes de los nazis otros grupos usaron el símbolo mágico de la cruz gamada, como los boy-scouts, fuerzas aéreas y grupos indígenas, en sus dos versiones: la “sauvástica levógira” y la “esvástica dextrógira”. Los nazis adoptaron la esvástica, con los brazos doblados hacia la derecha (dextrógira) que era un símbolo de destrucción, inclinada simulando un movimiento. Estaba de acuerdo con el propósito final de Hitler que era: destruir la civilización judío-cristiana-liberal para la llegada de una nueva orden mundial. Ese nuevo símbolo también representaba dos “eses” sobrepuestas, que designaba las siniestras “SS”.
Las “SS” de la Orden Negra, fueron formadas inicialmente como un grupo paramilitar de protección al líder nazista, antes existía en el Partido de los Trabajadores un grupo de milicianos, las “SA”, tropa de choque contra adversarios políticos, provocación de desórdenes y propaganda. En una operación conocida como “la noche de los cuchillos largos”, las SS asesinaron a los milicianos de las SA, sus dirigentes y adversarios políticos de Hitler, determinando el poder absoluto dentro del partido. Durante el régimen del III Reich, las SS alcanzaron un status de organización secreta, superior al partido y al propio ejército, sus miembros más destacados eran Himmler, Göering y Goebbels, ellos obedecían ciegamente a las órdenes del Führer como verdaderos monjes-soldados y eran temidos hasta por los oficiales del ejército alemán. Hitler dirigió casi toda la guerra basándose en sus intuiciones videntes de profeta del apocalipsis (tercer ojo) y en los consejos de sus asistentes “iniciados” de la Orden Negra. El Holocausto tuvo dos finalidades: destruir de una vez al enemigo judío y ofrecer a los dioses sacrificios humanos en gran escala, como modernos sacerdotes del mal.
La mayor parte de estas observaciones fueron extraídas de la obra “El retorno de los Brujos”, donde sus autores Pauwels y Bergier intentan descifrar la figura enigmática de este personaje místico, loco, alucinado, profeta satánico, o simplemente un psicópata, que sus conocidos lo describían como una persona sensible, humana, que le gustaba escribir poemas y pintar paisajes, que adoraba animales y plantas, que era vegetariano y abstemio. En síntesis un sujeto ejemplar que, entretanto, mandó exterminar 6 millones de judíos en los hornos crematorios y provocó la muerte de otros 20 millones de personas en una guerra insana.
ClaudioAracenaRamírez
Fala Claudio. Só pra testar o funcionamento do blog.
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